jueves, 18 de mayo de 2017

Un 99% de locura

Tranquilidad, serenidad, naturalidad, calma, orden... Mi signo zodiacal es Libra; dicen que los libras tienen un 1% de tranquilidad y un 99% de locura. Creo que tienen razón.

Cierto día, a poco más de tres horas después de la media noche, entré en la iluminada playa de Maspalomas camino del Morro de Colcha. Así fui alejándome hasta que la oscuridad absoluta me rodeó. Comenzó a crearme cierta incertidumbre la soledad de la playa ante mí, pero un instante después agradecía la intimidad. Las olas allí cantaban su balada, rompiendo el silencio del natural paraje y solo yo las oía mientras caminaba por la orilla, deleitando cada minuto. Cantaban a su ritmo y a veces jugaban conmigo a que te pillo y te mojo los pies. Mis sentidos ya estaban adaptados y, mientras, me preguntaba si esta aventura de hacer Spinning a tan extemporáneas horas resultaría aciaga.
Mapa del s. XVIII, reducido del topográfico levantado por el capitán ingeniero Manuel Hernández en 1746. El "Morro de Colchas" se corresponde con Las Dunas.
Suavice mi ritmo de marcha al acercarme al punto desde dónde comenzaría a lanzar señuelos en busca de las bailas. Al fin y al cabo ese era el objetivo, sondear a la Dicentrarchus en plena  madrugada a ¡Spinning! ("Estás loco Rafa, no hay necesidad de eso") espetó mi compañero Marcus cuando le comenté la idea)). Poco antes de alborear el nuevo día. Él llegó por fin, en su cara se dibujaban las pregunta y yo satisfecho sonreí para mí aguardando su a batería de preguntas.

Antes del Spinning, mi mundo era el Surf Casting, sabía por tanto que la baila era una muy activa depredadora en la oscuridad, no más lejos, recordaba como las cañas se torcían cuando atacaban el cebo orgánico. ¿Cómo reaccionaría ante un señuelo?; ¿sería tan virulento su ataque? No tardaría en descubrirlo.

El Morro de Colcha en aquel momento, no era amigo del pescador amigo pues una fuerte corriente imperaba allí empujando a las olas en diagonal, para terminar deslizándose con ímpetu sobre la arena dejando un blanco manto de espuma. Desanduve unos cientos de metros hasta encontrar el lugar dónde la corriente fuera a menos y lo encontré.

Los señuelos normales allí no servían de nada, así que opté por paseantes pesados de tamaño medio, blancos, verdes fluorescentes, naranjas, blancos de cabeza roja... y vaya que el acierto llegó de inmediato con un blanco.

No tenía a nadie allí que me apoyara con la cámara para documentarlas, tampoco quise perder el tiempo en ello, tan emocionado me dejó la primera que volando devolví a su medio.  ¿Quien dijo que era los mismo clavarlas al amanecer o con el sol ya sobre el horizonte?
Fotografía de Marcus M. "Amanece"
La caña, el carrete, mis manos y mis muñecas,  pueden dar fe de su virulento ataque, seco y fuerte, no, no es lo mismo. Bailas recias de buen tamaño, estaban merodeando la orilla, depredando en medio de aquella corriente, atacaron al mismo señuelo cada vez que este entraba y hacía su juego en el agua, allí las depositaba, libres y sin daño. De todas ellas, preciosas todas.

Y... de repente, aquél festival paró, ¿se fueron? ¿Cuantas entraron?... perdí la cuenta como la noción del tiempo. Respiré, me quité la mochila y bebí un buen trago de café que había traído de casa, aquello me reconfortó. Encendí un cigarro exhalando el humo relajado y pensé en voz alta "chacho que pasada". Colgué mi mochila a la espalda, las seis y poco, no tardaría en amanecer, estaba cerca del Médano alto y emprendí la marcha.

Poco a poco, la oscuridad fue recogiéndose con sigilo, de igual modo la claridad llegaba y con ella los primeros humanos. A lo lejos pude distinguir la silueta de mi compañero que se acercaba con su caña de mosca. Me retiré del agua haciendo tiempo a que llegara y decidí sustituir al paseante blanco por otro de color más natural. Tras el buenos días, el interrogatorio. Conociéndole sabía de sus dudas el estado del mar debió influirle pero no me importo, porque poco más tarde quedarían despejadas.

Así pues, le propuse ir subiendo poco a poco hacia la Charca, las bailas en el Médano alto y bajo no estaban activas. Yo estaba seguro que no tardaríamos en dar con ellas otra vez como así ocurrió.
Fotografía de Marcus M. "Feliz"
Fotografía de Marcus M. "Cansancio"
La estrategia de ir buscando y cambiando paseantes resultó. Así fue que con un color, más natural si cabe, nada más entrar en el agua fue atacado sin compasión. Cobré la captura y las siguientes y ese instante mi cuerpo delató el cansancio, noté la pesadez en los parpados, bebí el poco café ya frió que quedaba, pero no alivió; nada menos que poco más de nueve horas de pateo en la playa, con cortos intervalos de descanso entre lanza y recoge, hicieron que me rindiera feliz por tener ese 99% de locura.