Reposadas las viandas del día, salí en pos de la brisa salitrosa, la arena y la espuma, todo un placer relajante. El Morro de Colchas andaba revuelto en toda la media agua que se extendía varios centenares de metros. Las olas no tenían dirección, movían el fondo creando claros y marrones. La espuma blanca añadía el marco perfecto. Un caos aparecía ante mí y me dispuse a aprovecharlo.
Atalaya |
Con la ayuda de la Princes y del Stradic 2500; le traigo recuperando metros sin apurarle, la corriente opositora hace trabajar mucho mejor al Caperlan que no tarda en ser interceptado. El depredador, engañado y sorprendido trata de darse a la fuga sacando unos pocos metros pero, de nada le sirve y poco a poco se aviene a la rendición la loba atrevida que termina varada en la arena para deleite de su apresador que la fotografía con mimo y la devuelve a su habitat.
La loba grande |
Tenga o no el presentimiento volveré pero, será mañana, otro día.