jueves, 25 de marzo de 2010

Mutiara Menang Negara

Isla Kow Way, Tailandia.

He dejado el continente y he llegado a la isla de Kow Way, una parada obligatoria para descansar, poner en orden la libreta de campo y guardar en lugar seguro las fotografías tomadas en la última ruta, una de las más duras que he hecho en los últimos años.
La ruta atravesaba el bosque Menang Negara, Malasia, el más antiguo del planeta 1300.000.000 millones de años. En la ruta, una de las actividades que se llevan a cabo transcurre durante la noche, provistos de unas potentes linternas y las cámaras, un canadiense, el guía y yo, nos adentramos por pequeños senderos. Por el camino íbamos encontrando insectos de todas las clases y tamaños a los cuales fotografiábamos.

Aprovechando ciertas circunstancias que alteraban la ruta, pedí permiso a las autoridades para quedarme unos días en una de la aldeas que encontramos en la ruta, porque deseaba conocer, convivir con aquella gente ¡yo, aun flipo, fue increíble! la aldea se asentaba a la orilla de uno de los ríos, solo tenía tres días, así que me dispuse a convivir y a aprender como se vive en un sitio como este. Una de las cosas principales que te enseñan es conseguir alimento, aprendí a disparar con cerbatana, me enseñaron que si quería evitar que los insectos me devorasen, tenía que untar todo mí cuerpo con unos aceites... sus olores eran tan repugnantes y asquerosos que era preferible estar dentro de un cubo de basura a tener que soportar aquellos perfumes, pero no me quedaba más remedio.

Aprendí a agradecer todo aquello que se movía con patas o sin ellas porque era comida, muchas veces todo lo que comía por la noche, lo vomitaba a la mañana siguiente.
En las salidas de caza, aprovechaba para fotografiar escorpiones, arañas, ciempiés gigantes, tarántulas, insectos a los cuales no
sabría poner nombre, aparecían como pequeños
extraterrestres en la oscura noche.








Aprendí tanto de aquella gente, que todavía lo estoy asimilando.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Maspalomas "Zona 0"

El otro día, mí compañero Marcus y yo nos acercamos hasta la playa de Maspalomas con la intención de mojar los equipos y por ende los cuerpos.
El barranco aún hacía correr el agua

La desembocadura, tenía buena pinta para lubina y bailas

Algunos de los kioscos estaban casi en el aire, este parecía desafiante, atrincherado en la cima de un pequeño promontorio de callaos y piedras.


Quedaron al descubierto piedras calizas.

Esta piedra caliza, estaba cubierta por ocho o nueve metros de arena, imaginen la cantidad de arena que el mar en toda la playa se llevo por delante.




Las dunas, aparecían medio comidas, no reconocíamos
esta zona y se observa el terreno que el mar a ganado.
Toda esta arena ha ido a parar a la punta de
Maspalomas, ha llegado
tal cantidad, que esta,
ha crecido en longitud y
altura, formando una pequeña
bahía profunda
con corrientes de agua
que se observé en la superficie.




Las condiciones del mar
eran ideales
para el spinning,
pero lo pejes no
aparecieron como en
los últimos meses.




Realmente Maspalomas, es una "zona cero"

viernes, 12 de marzo de 2010

De la nada a lo nuevo.

Mí afición a la pesca, generaba con frecuencia fotografías de las capturas o de los sitios donde habíamos estado y mis compañeros enviaban por correo más y más fotos, de modo que, los archivos crecían en volumen y contenido.
Ordenando estos archivos de fotografía, una de esas tardes aciagas, me di cuenta que les faltaba algo, no sabía que, pero intuía que era vital. Cada vez que ingresaba nuevas instantáneas en los archivos, me parecía que las metía en una prisión, condenadas a esconder su belleza y al objeto por el cual fueron creadas, como si fueran el fracaso de un experimento que debiera ser olvidado.

Un día, mientras repasaba un foro de pesca en Internet, vi unas imágenes que hablaban por si solas, eran hermosas fotografías... Eran libres, tenían vida y descubrí que era todo esto lo que les faltaba a las imágenes acumuladas en los archivos.

Para darles esa vida y libertad desde un punto de vista diferente, bastaba solo con un poco de imaginación, moldear la ventana desde donde pudieran ser visibles para nosotros pero, ¿como hacerlo?...

Así nació Crónicas de la Orilla, un sitio donde nuestras imágenes, desde la nada pasaron a un espacio nuevo y amplio, donde navegan libremente pero seguro. Todo un mundo nuevo se abrió, lleno de perspectivas, nuevos contactos con personas, qué tienen en común lo mismo que nosotros, el deporte, el senderismo, la pesca, la fotografía...
Ahora, ya no solo tenemos una web y un álbum, ahora tenemos también este espacio, como complemento, espero que lo disfrutes y que participes porque también es tuyo.



domingo, 7 de marzo de 2010

Con un poco de sorna y copiado

Ser Archivald Webber dejó su historia en el tiempo. Vivía en un mundo imaginario que describía en sus “Crónicas de la tierra Suajili”… la tierra de Ganga, la tierra del Baobab; en cuyos troncos, los jóvenes grababan a cuchillo su amor. Se podían ver dibujados corazones atravesados por flechas, incluso se podían leer sus inscripciones; Ganga y Oblongo; Ganga y Kalú; Ganga y Ser Archivald Webber.

Dejó de escribir aquellas crónicas porque el esposo de Ganga regreso a casa antes de lo previsto, por la escasez de rinocerontes.

Crónicas de la Orilla, pretende mantener una historia ordenada en el tiempo, nuestro tiempo que, dedicamos a nuestro deporte favorito, la pesca, la fotografía, viajar. Quiere ser el tronco donde queden grabados los avatares de jornadas llenas de bolos más que de aciertos.

Sin lugar a dudas la escasez de rinocerontes se traduce en la escasez de nuestras piezas predilectas, ya no habituales, si no largas y casi crónicas. Esto hace que migremos a ciertos lugares allende nuestras fronteras, regresando con las tarjetas de memoria rebosantes de imágenes digitales con las que alimentar nuestros blogs y webs.

Nuestro antiguo y arraigado deporte tiende a dislocarnos las articulaciones superiores de tanto lanzar jabalinas de madera y metal, a los pejes de esta redonda y cuando aciertan, todo nuestro cuerpo se estremece sobresaltado porque ya casi no reconoce la violencia cuando el animal da un trancón al señuelo.

Ser Archivald Webber, no dejaría de escribir sus crónicas, no cambiaría la sombra del Baobab ni la compañía de Ganga por la escasez de rinocerontes, por eso nos da el relevo, por eso escribimos nuestras crónicas, no tenemos Baobab pero si, a alguien mejor que, una Ganga a nuestro lado.