miércoles, 29 de junio de 2011

Viejas estampas: El Pescador de morenas


Jo Morenita... Jo... repetía mi padre una y otra vez entre la piedras del marisco de Maspalomas, que habían quedado al descubierto en la bajamar de la luna llena o nueva. Por aquel entonces le gustaba mariscar y pescar en aquella zona riquísima de pulpos y morenas. Si no tenía mucho tiempo, echaba mano de su caña y de su carrete, lanzando lejos con bujías viejas que utilizaba en lugar de plomos, caros y difíciles de conseguir, pues no habían tiendas donde conseguirlos, salvo en la capital.

Sostenía con ambas manos un tubo corto de caña por el cual pasaba una "berguilla" que, asomando por el otro extremo, formaba un lazo en el cual enganchaba un trocito de choco.

Con aquel artilugio le veía inclinarse encima de alguna piedra, ofreciendo el cebo y canturreando "Jo morenita, Jo..." sortilegio mágico que hacía salir a la morena negra que entraba en aquel lazo estrangulador. Otras veces, se inclinaba metiendo una fija de hierro en la pequeña cueva y poco después le vería con un buen pulpo entre las manos; pánico me daban los tentáculos.

Yo, le seguía de cerca y despacito para no resbalar y caer encima de aquella dura alfombra de piedra, cogiendo "bulgaos" entre los charcos de agua, a una llamada suya trasponía hacía él que, paciente me esperaba con aquella especie serpentiforme entre sus manos. Una vez juntos me enseñaba la morena enroscada en si misma aun, sonriente la depositaba en un pequeño saco de tela y me decía: "no te caigas y coge los bulgaos más grandes", daba unos pasos, se detenía encima de otra piedra, "Jo Morenita... Jo..." repitiendo el mágico canto.

Ya el hombre tenía varias; esa noche habría fritura de morenas que degustaría acompañándolas de un par de vasos de ron. Al día siguiente la comida, morena frita y una semi paella con bulgaos, (yo, los odiaba).