domingo, 7 de marzo de 2010

Con un poco de sorna y copiado

Ser Archivald Webber dejó su historia en el tiempo. Vivía en un mundo imaginario que describía en sus “Crónicas de la tierra Suajili”… la tierra de Ganga, la tierra del Baobab; en cuyos troncos, los jóvenes grababan a cuchillo su amor. Se podían ver dibujados corazones atravesados por flechas, incluso se podían leer sus inscripciones; Ganga y Oblongo; Ganga y Kalú; Ganga y Ser Archivald Webber.

Dejó de escribir aquellas crónicas porque el esposo de Ganga regreso a casa antes de lo previsto, por la escasez de rinocerontes.

Crónicas de la Orilla, pretende mantener una historia ordenada en el tiempo, nuestro tiempo que, dedicamos a nuestro deporte favorito, la pesca, la fotografía, viajar. Quiere ser el tronco donde queden grabados los avatares de jornadas llenas de bolos más que de aciertos.

Sin lugar a dudas la escasez de rinocerontes se traduce en la escasez de nuestras piezas predilectas, ya no habituales, si no largas y casi crónicas. Esto hace que migremos a ciertos lugares allende nuestras fronteras, regresando con las tarjetas de memoria rebosantes de imágenes digitales con las que alimentar nuestros blogs y webs.

Nuestro antiguo y arraigado deporte tiende a dislocarnos las articulaciones superiores de tanto lanzar jabalinas de madera y metal, a los pejes de esta redonda y cuando aciertan, todo nuestro cuerpo se estremece sobresaltado porque ya casi no reconoce la violencia cuando el animal da un trancón al señuelo.

Ser Archivald Webber, no dejaría de escribir sus crónicas, no cambiaría la sombra del Baobab ni la compañía de Ganga por la escasez de rinocerontes, por eso nos da el relevo, por eso escribimos nuestras crónicas, no tenemos Baobab pero si, a alguien mejor que, una Ganga a nuestro lado.